Oihane Vieira, voluntaria de la FEN: “Dicen que les he cambiado la vida y no saben que ellos me la han cambiado a mí”

Oihane Vieira Galán colabora desde abril de 2022 como enfermera en la Fundación Enfermeras de Navarra, donde realiza actividades de gestión para intentar paliar las necesidades sanitarias derivadas del conflicto bélico iniciado en Ucrania en febrero de ese año.

 ¿Qué fue lo más difícil para ti como enfermera que trabaja en una zona de guerra?

Desde abril hasta agosto he viajado en cuatro ocasiones a Ucrania. En el país he realizado actividades de gestión consistentes en:

  • Valoración de necesidades de material
  • Gestión logística para el envío de material
  • Traslado de heridos para su atención sanitaria en Navarra
  • Valoración de necesidades sociales
  • Envío de medicamentos a demanda

Lo más difícil de toda la actividad es sostener emocionalmente a quienes comparten contigo su situación. A las necesidades sanitarias se añaden otras necesidades de tipo social que ahora mismo no están cubiertas en el país. Emocionalmente es muy duro asumir que no puedes ayudar a todo el mundo, sino que tu ayuda se focaliza en unas pocas personas, quizá tenga un impacto general en decenas de personas, pero la demanda es tan grande que gestionar tu propia frustración es muy complicado. 

¿Hubo muchas situaciones frustrantes? ¿Cuáles fueron?

Dentro de los hospitales en los que he estado realizando tareas de gestión y evaluación de necesidades, he visto situaciones que han generado en mí mucha rabia. Desde el punto de vista puramente asistencial, vi necesidades que en nuestro entorno ni siquiera nos planteamos como prioritarias (reutilización de material debido a la escasez, falta de fármacos, falta de camas, etc.) Desde luego no puedo olvidar la imagen de los paños de quirófano secándose en las ventanas o las cajas amontonadas por los pasillos.

¿Tenéis recursos suficientes?

Dentro del país existen muchas necesidades de material y medicamentos. Hemos llevado muchas toneladas de medicamentos desde España, pero me conmovió que me pidieran insulina para un adolescente que ya no podía conseguirla y que llevé conmigo en uno de mis viajes.

 ¿Alguna vez temiste por tu propia seguridad o la de los demás?

A pesar de que nuestra actividad se ha realizado en el oeste del país, donde no hay ahora mismo una situación de conflicto activo, sí he vivido situaciones en las que he temido por mi seguridad. En dos ocasiones han comenzado a sonar las sirenas y nos han tenido que evacuar de la zona por riesgo de bombardeos.

El Gobierno de España no recomienda viajar al país y la verdad es que ahora mismo la situación en cualquier punto del territorio es peligroso.

 ¿Cuáles fueron los momentos más gratificantes en tu estancia allí?

Los momentos más gratificantes siempre han sido traducidos en abrazos. Los abrazos de quienes te dicen que no solamente les hemos curado las heridas, sino también el alma.

Una de las actividades que hemos realizado es trasladar heridos hasta Navarra para que fueran intervenidos aquí. Después les acompañé nuevamente a su país para que pudieran continuar su convalecencia allí.

Este hecho me ha marcado profundamente porque durante 3 meses construí un vínculo muy fuerte con estas personas que estaban a mí cargo, vínculo que no creo que jamás se rompa. Cuando analizo todo este periodo me doy cuenta de que he unido a mis recuerdos las caras de varias personas y cuando pienso en el motor que me lleva a seguir ayudando es este, que ahora puede poner una cara y una historia personal a las demandas.

 ¿Había enfermeras suficientes?

Según lo que no han transmitido desde el lugar, tienen mucha falta de personal. Las veces que he estado allí me han pedido que me quedara a trabajar como enfermera asistencial, pero en el caso de Ucrania la barrera idiomática es un hándicap muy importante, ya que muchas enfermeras asistenciales no hablan inglés.

¿Cuáles son algunas de las historias que te contaron?

En mi primer viaje visité dos hospitales donde conocí la historia de muchos hombres jóvenes que estaban intervenidos por heridas de guerra. Me llamó mucho la atención que las ventanas de las habitaciones y las puertas estaban protegidas porque había riesgo real de que pudiera bombardear las instalaciones.

En el traslado de los heridos desde Ucrania a Navarra, lo primero que me transmitió uno de ellos fue que ya no tenía casa. Él había vivido en Mariupol y me enseñó una foto de su casa en escombros. Además, su mujer se encontraba refugiada en Polonia y no la había podido ver después de ser herido.

En mi tercer viaje visité un refugio donde vivían 30 niños con sus madres. La atención sanitaria y social era bastante deficiente y ahora muchos están enfermos y nos piden desde allí ibuprofeno y paracetamol infantiles.

 ¿Dónde hacéis todas las intervenciones necesarias?

El trabajo de gestión se puede realizar desde cualquier parte del mundo, pero es interesante y, yo creo, necesario, que la mirada de una enfermera esté allí desde donde se solicita material. Es muy importante hacer una buena gestión del material y trabajar para que llegue a destino de una forma eficaz.

 ¿Cómo era la estancia de los pacientes? ¿Estaba todo en buenas condiciones?

La sensación general fue buena teniendo en cuenta las circunstancias en las que se encuentran por falta de espacio, falta de personal y falta de material. Las habitaciones de los hospitales que he visitado están dobladas en capacidad, es decir, donde antes había dos camas ahora hay cuatro o cinco pacientes.

Convivían en las mismas unidades material moderno o dispositivos de alta tecnología con material muy antiguo y que aquí consideramos obsoleto.

En las habitaciones no había baños por lo que podemos imaginar el problema que supone movilizar a estos pacientes hasta el aseo.

También recuerdo que había muchas zonas comunes llenas de cajas, entiendo que es muy difícil organizar todo el material donado cuando tienes al personal desarrollando tareas asistenciales con altas cargas de trabajo.

Seguramente, el contexto de guerra ha hecho que muchas personas se vean obligadas a acudir a los hospitales u otros centros para recibir ayuda, crees que eso ha aumentado el reconocimiento social hacia el personal sanitario y más concretamente el de las enfermeras? ¿Te sientes más valorada?

Yo me siento muy valorada y reconocida por el trabajo que he realizado y sigo realizando. En agradecimiento por haberme hecho cargo del cuidado de tres heridos de guerra, el ejército ucraniano me dio una medalla militar, pero creo que lo que verdad me emocionó fueron las lágrimas en los ojos al despedirnos.

Durante tres meses (mayo, junio y julio) he atendido y acompañado a tres personas que sufrieron heridas de guerra. Han estado viviendo en Zizur bajo mi cuidado. Hemos comido juntos, hecho excursiones, visto películas, bailado y reído, llorado y gritado. Cruzar toda Europa para someterse a una operación compleja aquí en Pamplona fue muy duro para ellos y hacer soporte asistencial y emocional de las consecuencias de estas lesiones también ha sido muy duro para mí.

Ellos dicen que les he cambiado la vida y lo que no saben es que ellos me la han cambiado a mí.

 

Cayetana Esparza Burgui
Miriam Irurzun Flamarique
Elisa Laquidain Villanueva
Alumnas de 1º de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Navarra (entrevista realizada para la asignatura de Sociología)

En la fotografía, Oihane Vieira es la cuarta desde la derecha.

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