El ictus es un accidente cerebrovascular que puede producirse por una reducción importante del riego sanguíneo en una zona del cerebro, ocasionando la muerte de las células nerviosas y como consecuencia un infarto cerebral.
En España, el ictus es la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia después de la enfermedad de Alzheimer, según la Sociedad Española de Neurología (SEN).
A pesar de su alta prevalencia, cada vez a edades más tempranas, son muchos los que todavía no saben cuáles son las señales que alertan si se está sufriendo un ictus. Por ello, es importante saber cuales son los síntomas para poder actuar rápidamente.
Lo primero que hay que saber es que existen dos tipos de ictus, aunque ambos comparten los mismos síntomas: el infarto cerebral o ictus isquémico que son los más frecuentes y se produce cuando un coágulo tapa una arteria y la sangre no puede fluir; y la hemorragia cerebral o ictus hemorrágico que son menos frecuentes, pero su mortalidad es considerablemente mayor y tiene lugar cuando el vaso sanguíneo se rompe y la sangre se derrama en el cerebro.
Desde SEN advierten de que no hay que quitar importancia a los síntomas: «El ictus es una urgencia» y subrayan que en cuanto aparezca uno de ellos, hay que llamar al 112 o al 061.
Los síntomas del ictus pueden aparecer bruscamente y pueden ser muy variados. Los principales son:
- Dificultades para hablar o para comprender lo que se habla.
- Trastorno repentino de la visión parcial o total en uno o ambos ojos.
- Pérdida de la sensibilidad en la cara, el brazo, o la pierna, especialmente en un lado del cuerpo.
- Dificultad para caminar, pérdida de equilibrio, así como pérdida de coordinación de los movimientos.
- Dolor de cabeza muy intenso, brusco y no habitual
Del mismo modo que ocurre con otras patologías, el tratamiento del ictus varía en función de su origen, pero debe iniciarse lo antes posible.
El 90% de los casos de ictus se podrían evitar con un estilo de vida saludable y una adecuada prevención de los factores de riesgo. Por lo que hay que evitar el consumo de alcohol y del tabaco, el sobrepeso y el estrés crónico, entre otros. Y se recomienda seguir una dieta variada, practicar ejercicio moderado, así como que todos los pacientes con factores de riesgo vascular, como los que sufren hipertensión, diabetes, colesterol y obesidad sigan realizando un control estricto de los mismos.